El nombre de nuestra localidad proviene de la época de ocupación islámica, en la que una tribu bereber conocida como "Miknesa" se asentó en la orilla del Ebro y con el tiempo fue evolucionando hasta constituir y dar nombre a la actual villa de Mequinenza.
Con el paso de los tiempos, el pueblo de Mequinenza ha ido llenando libros de historia hasta llegar al año 1970, fecha en la que se escribió el último párrafo, después de ser inundado por la presa de Ribarroja. A partir de aquel momento, resurge un nuevo pueblo cerca de su antiguo enclave abriendo un nuevo libro de su Historia, pero siempre a las faldas de su colina, que actualmente sigue coronada por su castillo, fortaleza muy querida por los mequinenzanos denominándolo “El Castell de Mequinensa”.
El Castillo, construido entre los siglos XIV y XV, es el edificio más emblemático de Mequinenza, que ha vencido a los tiempos resurgiendo cada vez con más fuerza y grandeza.
En su viajar por los tiempos fue torreón fenicio, fortaleza árabe, palacio de los Montcada, de la casa Ducal de Medinaceli, conquista de los franceses, propiedad de La Corona con Fernando VII, fortaleza militar protagonista en la Guerra Civil y finalmente, después de ser testigo de tanta historia, resurge con gran esplendor y belleza gracias al trabajo de conservación y rehabilitación de una fundación privada.
El castillo es como el ojo visor que controla la villa, arropándola en sus faldas para protegerla, quizás por eso los mequinenzanos se sienten tan orgullosos de él.
La economía de Mequinenza se ha basado en la agricultura y muy principalmente con la minería del lignito. Esta última actividad actualmente ha desaparecido, ya que desde que se realizó la presa de Mequinenza su economía ha estado centrada en la generación de electricidad, en el ámbito deportivo y al incremento de los riegos en las zonas rústicas.